Nos enfrentamos al reto de la Inteligencia Artificial (IA) cuando todavía no tenemos muy claro cómo funciona (o cómo no funciona) la inteligencia natural (la humana). Lo que sí podemos afirmar es que ambas son intrínsecamente diferentes. La IA recurre a la búsqueda entre cantidades ingentes de datos, aprovechando su brutal capacidad de procesamiento, y siguiendo unas instrucciones (humanas) concretas. La mente humana sigue procesos más sutiles, más selectivos, y a veces con unas instrucciones más difusas.
Las mentes humanas más reconocidas son aquellas que han sabido mirar las cosas de un modo diferente, nuevo. Aquella búsqueda de Einstein en un nivel superior al nivelen que se creó el problema que pretendemos resolver. Otras mentes menos preclaras tienen también propiedades útiles para, con menor capacidad de procesamiento que las máquinas, llegar a resultados útiles.
La intuición, por ejemplo, está relacionada con el estado de alerta, la creatividad y las emociones. Son capacidades poco extendidas entre las máquinas que, sin embargo, resultan cruciales a la hora de descubrir oportunidades y analizar su potencial utilidad. Vaticino por ello que la innovación va a ser un territorio en el que la IA va a tener que jugar un rol subsidiario.
Vayamos más allá en el proceso de convertir ideas en innovaciones. La idea intuitiva puede eventualmente evolucionar y encontrar significado en un proceso intencional de interpretación, o de lo que en inglés se denomina, de sensemaking. Recuerdo un colega, miembro del equipo de un Parque Científico inglés, que ante cualquier idea de negocio innovadora preguntaba: “does it make sense?“ (¿tiene sentido?). La ‘creación de sentido’ significa, básicamente, inventar un significado (interpretar) para algo nuevo. Se trata pues de convertir la idea en oportunidad, al menos a nivel mental. Todo ello en línea con el paradigma actual de ‘creación de oportunidades’, que amplía el anterior, el de ‘descubrimiento de oportunidades’ (ver a este respecto ‘La lógica effectual’, en el Kit de recursos para start-ups).
La creación de sentido (sensemaking) es un proceso de pensamiento que utiliza relatos retrospectivos para explicar ideas nuevas, sorpresas. Como proceso mental (cognitivo), la creación de sentido está condicionada por la experiencia previa y las estructuras cognitivas de las personas, pero también por sus actitudes, motivaciones y emociones. La creación de sentido no sólo está condicionada, sino también impulsada por el compromiso de la persona en cuestión. Las actitudes innovadoras incluyen iniciativa personal, pasión, visión y factores afectivos, entre otros. Una visión es una imagen ideal y única del futuro que empuja al innovador a su materialización. Sensemaking es un proceso dialéctico que trata de encontrar el sentido en un contexto de elevada incertidumbre, lo que implica recorridos tortuosos, plazos indefinidos y altas probabilidades de error. Obsérvese que todo este párrafo está en las antípodas de lo que hoy por hoy puede hacer la IA.
Actitudes, motivaciones y otros estados mentales pueden tratarse como construcciones mentales hipotéticas que se postula existen en la mente, como las propias representaciones o modelos mentales. ¿Cómo organiza la mente esta variedad de construcciones mentales? ¿Cómo opera con ellas? Es éste un mundo del que conocemos poco a día de hoy. Nos hemos dedicado a construir inteligencias artificiales que supuestamente van a sustituir a nuestro intelecto, cuando ni siquiera sabemos cómo emular a las personas más inteligentes, más sabias.
(Nota: La imagen ha sido construida mediante Inteligencia Artificial).
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