El mundo de la creación de empresas ha experimentado cambios notables en los últimos años. El aparataje de conceptos y modelos con los que hemos venido trabajando en las últimas décadas ha perdido gran parte de su glamour. Nuevas ideas y metodologías irrumpen con fuerza cuestionando, matizando o ampliando el alcance de los viejos modelos. La transformación está siendo tan profunda que bien podemos hablar de cambio de paradigma.
El paradigma emprendedor clásico partía de una innovación capaz de ofrecer un producto mejorado o más asequible, proyectaba a futuro la oportunidad de ese producto (o servicio) y trazaba un plan (Plan de negocio) para materializar esa potencialidad.
Esta forma de entender el proceso emprendedor no sólo sirvió para orientar la puesta en marcha de nuevas empresas, sino que se consolidó (y evolucionó) al aplicarse de manera generalizada en cuantas acciones de formación, asesoramiento o apoyo acometimos los que de una manera u otra nos hemos dedicado a formar, asesorar o apoyar a emprendedores (eso que en algún otro lugar he denominado el ecosistema de apoyo al emprendedor).
El modelo evolucionó de manera incremental a lo largo de los años (es decir, con mejoras puntuales, sin cambios radicales). Las limitaciones más evidentes del modelo fueron parcheadas de manera que pudiéramos obviarlas y seguir trabajando. Esos parches parecen estar ahora apunto de ceder.
Prestemos atención a algunas de estas limitaciones del paradigma emprendedor clásico.
Quizás la limitación más evidente era la forma en que el paradigma clásico tomaba en consideración la incertidumbre. En alguna página del plan de negocio se postulaba un horizonte de ventas, y/o una cuota de participación en el mercado, que la mayor parte de las veces estaba basada en un acto de fe. Las mejoras implementadas en el proceso emprendedor para mitigar esta limitación fueron básicamente dos:
- la incorporación de escenarios: el acto de fe se diluía en una horquilla, en un lugar de adoptar un valor único, y/o
- el cálculo del umbral de rentabilidad o punto muerto, en que la estimación ocurrente de las ventas futuras se sustituía por un cálculo basado en los costes (de estimación siempre más precisa) de las ventas necesarias para alcanzar la rentabilidad, entendiendo que es más fácil contestar a la pregunta ‘¿es previsible alcanzar las ventas definidas por el punto muerto?’ que a la pregunta inicial (‘¿cuánto vamos a vender?’).
Otras limitaciones del modelo emprendedor clásico estaban asociadas a la factibilidad del plan o, dicho de otra manera, a la posibilidad o no de reunir los recursos necesarios para poner en marcha el proyecto según se había definido en el plan de negocio.
Pocas veces el emprendedor o emprendedores disponían de los recursos necesarios para acometer su Plan, de manera que tenían que aproximarse a inversores y decirles: «¡mira!, esto es lo que pretendo, y lo voy a conseguir con este plan, si tú me ayudas financieramente». El inversor podía optar por sumarse, o no, a un proyecto prácticamente definido en sus líneas esenciales.
Entre los recursos de los que suele carecer el emprendedor se encuentra a menudo cierta parte de los conocimientos necesarios para acometer el Plan, es decir, para la propia puesta en marcha de la empresa (aunque es frecuente que el emprendedor no sea consciente de su propia ignorancia en este plano). Para conseguir esos conocimientos ausentes el Plan postulaba la incorporación de personas poseedoras de esos conocimientos, casi siempre por la vía de alguna modalidad de contratación.
La hoja de ruta definida por el Plan de negocio tradicional era pues, en esencia, intensiva en recursos y, como consecuencia, costosa de implementar.
Estas y otras limitaciones, la propia evolución del entorno del emprendedor y la aparición de algunas ideas (teorías) de alto potencial han hecho chirriar el aparataje del paradigma emprendedor clásico y han estimulado la emergencia de un nuevo paradigma.
Veamos, sin ánimo de exhaustividad, algunas de las evoluciones más significativas ocurridas en el entorno en el que opera el emprendedor:
- la aceleración de los ciclos de innovación ha hecho crecer de manera exponencial la ya omnipresente incertidumbre,
- la ampliación de los ámbitos en los que opera la innovación (con la Innovación en Modelos de Negocio, por ejemplo) y su capacidad para reconfigurar los mercados hacen que éstos no puedan ser ya considerados como entes ajenos a la propia acción del emprendedor,
- el verdadero alcance de la innovación y el conocimiento se consiguen en el marco de procesos abiertos y dinámicos (Innovación Abierta). En estos procesos abiertos, contar con una nómina limitada de colaboradores a sueldo ya no es suficiente.
Me propongo en próximas entradas describir el nuevo paradigma, un paradigma que promete superar las limitaciones del antiguo, abriendo una nueva era en el mundo de la iniciativa empresarial y los emprendedores y emprendedoras.
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