El mercado inmobiliario comienza a recuperarse. Los precios han dejado de caer, las ventas repuntan, florecen nuevas promociones,… Es una buena noticia.
El Sector de la promoción y construcción de viviendas ha desempeñado tradicionalmente roles trascendentales:
– Proveer a los ciudadanos y ciudadanas de algo tan básico y fundamental como una vivienda.
– Actuar como actividad tractora de la economía, impulsando el crecimiento de una gran variedad de sectores proveedores de productos y servicios.
– Crear empleo de un amplio rango de calificaciones.
– Estructurar nuestras ciudades y pueblos.
– …
Necesitamos que el sector vuelva a asumir esos roles con vitalidad y continuidad pero, ¿en qué condiciones? ¿Vamos a volver a los caducos modelos del pasado? ¿O vamos por el contrario a convertir el sector de la promoción y construcción de viviendas en un elemento esencial del nuevo modelo económico tantas veces reivindicado y tan pocas veces concretado?
El modelo tradicional de promoción inmobiliaria pone la iniciativa, y el control, en manos del promotor, una figura que se mueve fundamentalmente por criterios especulativos. Su particular interés radica en maximizar su margen de venta, lo que se consigue a menudo elevando el precio tanto como el mercado admita y reduciendo los costes (ya sea escamoteando la calidad y/o pagando a los proveedores y personal por debajo de lo que sería mínimamente justo).
El sector debe emerger de nuevo pero basado en principios comprometidos con la ética y la sostenibilidad. Debemos ser capaces de encontrar nuevos modelos, alejados de los principios especulativos que inflaron la burbuja inmobiliaria en el pasado. Debemos ser capaces de encontrar nuevos modelos que promuevan viviendas respetuosas con el medio ambiente y el entorno urbano en el que se enmarquen.
Disponemos de tecnologías que aseguran la sostenibilidad, y una gran mayoría de los ciudadanos exige que el sector funcione en base a unos principios éticos. Pero para ello es necesario que sean esos ciudadanos los que asuman la tarea de promoción. Hay que democratizar la promoción inmobiliaria, ponerla en manos de los ciudadanos interesados en acceder a una vivienda.
Entidades y emprendedores pioneros están proponiendo ya nuevos modelos basados en estos principios, en España y fuera de ella. Hablamos de una organización más sistemática de la hasta ahora poco eficiente promoción en cooperativa, hablamos de la Construcción Colectiva Autoorganizada, de la autoconstrucción,…
Es responsabilidad de todos. También de las entidades públicas, que deben facilitar este tipo de iniciativas poniendo a trabajar recursos de los que disponen (muchas veces ociosos, como espacios públicos en áreas deprimidas).
Es el momento de pasar a la acción, evitando reincidir en errores ya cometidos. Es responsabilidad de todos impulsar el sector sobre nuevas y fortalecidas bases. La ética y la sostenibilidad en particular. Pero para ello hay que cambiar de perspectiva, y hay que buscar nuevos agentes de cambio.
Desde este punto de vista, el nacimiento de Cohabitare es una muy, muy buena noticia.
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