El blog de José María Mateu

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¿Realmente el neoliberalismo ha quedado desacreditado?

mayo 19th, 2025 · No Comments · Futuro

Franco Battiato murió hace unos años. Murió sin encontrar el centro de gravedad permanente que andaba buscando desde 1981. Normal. No existen los centros de gravedad permanentes, por mucho que un buen número de personas se aferren a algunos que lo parecen. Vivimos más bien en una realidad de carácter pendular.

Son muchos los que aún profesan una fe ciega en la desacreditada teoría neoliberal, imperante desde los años 90 del siglo pasado. El neoliberalismo proponía el mercado como santo (justo) muñidor del progreso de todos. En verdad su aplicación práctica ha sido capaz de crear una inmensa riqueza, pero no tan desaforada como la desigualdad que ha generado. Como afirma Thomas Piketty, “nunca tuvimos un debate público sobre si los mercados sirven al bien común ni sobre cuál es el ámbito que les corresponde”.

Un artículo de José Moisés Martín Carretero, de hace ya diez años, mostraba cómo ya nadie quería mostrarse como neoliberal (al menos en el ámbito de la ciencia económica). Los efectos de varias décadas de gobiernos neoliberales resultan evidentes. En un mundo en que algunas personas necesitarían un millón de vidas para gastarse la riqueza que han acumulado en apenas unas décadas, otras no llegan a fin de mes por muchas horas que trabajen. En lugares donde las primeras viven entre el lujo, las que las atienden viven en caravanas porque no pueden acceder a una vivienda más digna. Añada usted aquí su ejemplo preferido …

Los argumentos teóricos que daban soporte a ese neoliberalismo han quedado también en entredicho. Aquello de que el esfuerzo personal era el principal impulsor hacia el ascenso social y económico, se ha revelado como un cuento. La influencia del esfuerzo personal en ese ascenso es, en general, ridícula, sobre todo comparándola con el impacto ejercido por el círculo familiar y social. Hasta el azar parece tener mayor impacto. En cualquier caso, lo importante es, como explica Michel J. Sandel, que los que tienen éxito se olvidan de la buena fortuna que les ayudó a llegar allí y “pierden de vista con qué y con quiénes tienen contraídas múltiples deudas morales, como, por ejemplo, con aquellas personas o instituciones que hicieron posibles sus logros”.

La ineficacia del mercado, actuando como mecanismo regulador principal en determinados ámbitos del sistema productivo, ha quedado también al descubierto. Basta ver cómo los sistemas europeos de salud y educación son capaces de alcanzar a la mayor parte de la población, mientras que sus homólogos en sistemas más mercantilizados excluyen a porcentajes cada vez mayores de la misma. El resultado de delegar en el mercado otro derecho fundamental, el de acceso a la vivienda, se explica también por sí mismo. Sólo los sistemas públicos que han intervenido de manera decidida para proteger ese derecho escapan hoy del desconcierto.

La ciencia económica ha demostrado el fracaso de las tesis neoliberales, pero, ¿quién atiende a la ciencia? La batalla se libra en el plano político, entre las personas que tratan de estirar la vida del neoliberalismo, en su beneficio particular, y las que tratan de aplicar la nueva ortodoxia económica en favor del bien común. Las primeras están dispuestas a todo, incluyendo la puesta en cuestión de la democracia si ésta amenaza sus privilegios (no olvidemos que los privilegiados son menos en número). De momento casi les basta con confundir y manipular con sus mecanismos de control, lícitos o subterráneos, de instituciones públicas y privadas. Resulta aterrador ver cómo muchas personas que hoy se benefician de nuestros universales sistemas de salud y educación apoyan a líderes que abogan por reducir esos sistemas en favor de sistemas a dos velocidades. Entendiendo por tal, un sistema dual con elevadas prestaciones privadas para aquellas personas que se lo puedan permitir, y con prestaciones básicas para el resto.

Los que pueden pagar sistemas privados no quieren, por otra parte, pagar con sus impuestos sistemas públicos que garanticen la salud de los menos favorecidos. Hasta ahí todo más o menos entendible. El egoísmo del ser humano descrito desde Hobbes. ¿Es sin embargo entendible que los menos favorecidos apoyen estas tesis neoliberales? Probablemente sólo se pueda entender por aquello que parodiaba aquel chiste. “¿No crees que la ignorancia y la desidia son los grandes males de nuestro tiempo?”, dice uno de los protagonistas. “Ni lo sé, ni me importa”, contesta el interpelado.

No, el péndulo no ha basculado todavía hacia el lado del bien común. El neoliberalismo puede haber muerto a nivel económico, pero sigue vivo en muchos idearios políticos. Pero insisto, lo peor es el apoyo que estos idearios reciben de un ejército de personas dispuestas a pegarse un tiro en el pie. Basta con ver la cantidad de adeptos que los iconos del neoliberalismo, supuestamente hechos a sí mismos, cosechan en redes. Eso sí, cuando se disparen el tiro en el pie, correrán a ser atendidos por la sanidad pública, y se quejarán de las listas de espera. Habría que explicarles entonces que, esa desatención, es el resultado de su falta de interés en entender lo que ocurre.

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